Máncora

Sábado 21 de marzo

Llegamos a Máncora, playa bien al norte de Perú, meca de los surfers. Todavía era de noche y esperamos el amanecer mate en mano (alguno nos preguntó si lo que tomábamos eran hojas de coca picaditas, ja). Nos instalamos en un complejo de cabañas de paja, adobe y caña (típica construcción de la zona. muy pintoresco), con un mosquitero colgando del techo sobre cada cama.
Los días en este lugar fueron de mucha playa, lindo mar, mucho calor, ceviche y, como siempre en perú, comida riquísima.
El centro está atravesado por la ruta Panamericana. El medio de locomoción es casi un noventa por ciento de mototaxis.
Con el fuerte calor, la humedad y los olores de las cocinas, a veces uno puede llegar a sentirse en algún lugar del sudeste asiático.


Domingo 22 de marzo

Pasamos a conocer una playa más al norte, un poco más careta y exclusiva, llamada Punta Sal. El atardecer con mate en el Pacífico se volvió una de las citas obligadas de cada día.
La noche tiene algunos locales interesantes para ir a tomar unos tragos, pero no hay tanta gente fuera de los típicos gringos de siempre.

Las playas peruanas verdaderamente nos sorprendieron: tienen mucho encanto y personalidad, además de ser cómodas y con precios accesibles.

Lunes 23 de marzo

Empezamos el día en la playa. a media mañana y hasta bien entrada la tarde, nos dedicamos a hacer trámites ineludibles.
Después tomamos mate y vimos el mejor atardecer del viaje hasta ahora: un despliegue de rojos, turquesas, púrpuras y grises impresionantes; casi casi como los óleos que pinta Flor.
A la nochecita nos hicimos amigas de un grupo de artistas colombianos que paraban en nuestro hospedaje.
Finalmente, se nos hizo la hora de seguir viaje y esa noche arrancamos hacia el nuevo país de destino: Ecuador.